martes, 4 de junio de 2013

domingo, 12 de diciembre de 2010

Petra y Pedro Pérez Hernández, testimonios

Yolanda Sánchez Ogás

Relatos de Doña Petra y Don Pedro Pérez Hernández, ambos hermanos participaron en la organización y ejecución del movimiento agrario en el valle de Mexicali, el 27 de enero de 1937. Ella fue esposa del líder del movimiento agrario, Hipólito Rentería y por ese motivo estuvo muy cerca de los acontecimientos.

En la quietud de la tarde, bajo la sombra de los añosos pinos, los viejecitos dejan correr sus recuerdos, llevando a quienes les escuchamos, a otros lugares y a otras épocas. Doña Petra nos habla de su niñez, transcurrida allá en su pueblo natal Jora, entre las serranías del estado de Nayarit, lejos de las grandes poblaciones.

-Era yo niña todavía cuando llegaron al rancho los revolucionarios, primero fueron carrancistas, después los villistas. Mi papá nos escondía porque tenía miedo de que nos hicieran algo, pero la verdad, ninguno se portó mal con nosotros, nomás mataban animales para comer y luego se iban, nunca nos hicieron nada malo. Cuando se acabó la revolución nosotros quedamos igual de pobres o peor porque cuando Don Porfirio gobernaba si había una profesora con la que yo estudié hasta segundo año y después ya no había escuela.

Después mi papá murió y tuvimos que salir del pueblo, a buscarle a la vida, fueron años de trabajar duro en el pueblo y luego en los campamentos de trabajadores de las vías del tren, dándoles de comer. Tanto andar atrás de los campamentos me hizo perder el miedo a las distancias por eso cuando se acabó el trabajo me animé a venirme al norte, así fue como llegué a Mexicali en 1929.

! Que diferente era la ciudad! Apenas unas cuantas casas y en el centro una que otra tienda...eso si, muchas cantinas por ahí donde le dicen la Chinesca, yo entonces apenas conocí porque luego me pasé a California. Años después regresé a mi tierra a traerme a mi familia, porque se me hacía que estaban tan lejos.

Pedro - que ha permanecido callado, saboreando su café negro, recuerda ese viaje-

Nos venimos toda la familia. Llegamos a Los Mochis porque había problemas en las vías, ay nos tuvimos que quedar unas semanas, yo primero trabajé con un carnicero y con lo que me daba nos ayudábamos un poco, Petra también trabajó vendiendo lencería de casa en casa.

Si...fue un tiempo muy malo porque era 1929 y nos tocó la rebelión de los escobaristas y hasta aviones hubo, no se de cual bando, pero que empiezan a caer las bombas y fue un corredero para los campos de trigo, a nadie, a nadie le pasó nada, pero si quedaron unos agujerotes en los campos.

Cuando se arregló la vía nos vinimos hasta Santana, en Sonora, si viera -dice Pedro- como fue ese viaje. En un carrito que hacía la ruta de Santana a Mexicali, hicimos el viaje, pero éramos tantos pasajeros que algunos se venían arriba del techo...nomás viera que viajes; unos arenales, cada rato nos atascábamos y teníamos que bajarnos a empujar para salir del arenal. Viajábamos casi en la pura noche y era tanta la sed que sentíamos que el chofer le ponía unas gotas de gasolina al depósito del agua para que no la termináramos y así pues nomás nos mojábamos la lengua para no sentir tanta sed.

Oye Pedro; -pregunta Petra- Recuerdas como era el río entonces? Ahora ni se parece al Colorado de entonces, que era tan ancho y traía tanta agua, lleno de plantas alrededor. Muchos árboles grandotes en las orillas y cuando llegábamos a la orilla en aquella cucaracha de carro, nos teníamos que bajar y subirnos en una panga para que nos pasara a la orilla de este lado, ya en Mexicali, pero de ahí para llegar al pueblo todavía teníamos que viajar varias horas entre unos terregales.

Si; y Mexicali era tan triste cuando llegaba uno la primera vez, las calles de pura tierra, era tanta tierra que por las tardes no se podía ver del polvaderón, casi no había árboles y el agua llegaba a las casas por canalitos. Había poca gente y en el pueblo la mayoría eran chinos. Tenían tiendas, zapaterías, carnicerías, fruterías y restaurantes

Como yo era la mayor, tenía que trabajar y pronto me ocupó una señora que hacía comida para vender. Yo le ayudaba a prepararla y ella me pagaba un peso diario y me regalaba comida. Era poco, pero con eso nos sosteníamos al principio, después Pedro y Apolinar también trabajaron en el campo y ya fue diferente.

Viera que difícil conseguir trabajo; Apolinar y yo nos íbamos a los ranchos de los chinos a pedir trabajo y a veces caminábamos todo el día y nada. Entonces se sembraba puro algodón así que cuando había trabajo era en la pizca o en el desahije, nomás viera como blanqueaban los campos de puro algodón.

El trabajo era duro y pagaban muy poco, pero algo teníamos que hacer, luego cuando se acababa el trabajo nos corrían de los ranchos y si nos parábamos bajo la sombra de algún árbol, salían las japonesas que eran rete bravas y nos corrían apuntando con sus rifles. Así nos fuimos dando cuenta de que había una compañía gringa que era la dueña de estas tierras y que la rentaba nomás a chinos y japoneses

-Dice doña Petra- Un día en el restaurant conocí a un señor muy serio, se llamaba Hipólito Rentería y platicando con él me di cuenta de muchas cosas. Siguió yendo ahí a comer hasta que un día nos fuimos a vivir juntos a la colonia Pacífico porque él tenía ahí un terrenito que le había comprado a la Colorado, estaba todo enmontado cuando nos fuimos ahí.

El y unos primos, los Guillén, ya tenían varios años en Mexicali, se habían venido de Michoacán porque allá los perseguía la Acordada, pues habían organizado un grupo agrario en la hacienda Del Pilar. Por eso Poli ya traía esa idea desde allá y cuando supo como estaba la cosa de las tierras aquí, pues también quiso hacer algo por los campesinos.

Allá en la casita del Pacífico se juntaban varios parientes y amigos y hablaban de las injusticias que sufrían los mexicanos sin tierra y a veces hasta los chinos y japoneses porque también a ellos les quemaban sus cosechas y las casas, cuando ya no les querían rentar. Les cortaban el agua para riego y un montón de cosas que les hacían a los chinos.

Yo cada vez tenía más miedo de que le hicieran algo a Poli porque decían que las "guardias blancas" de la Colorado, hacían muchos daños y eran capaces hasta de matar. Yo nunca estuve tranquila porque en mi tierra supe de muchos agraristas asesinados, así que cuando Poli se iba de un rancho a otro a hacer sus juntas, pues yo la pasaba asustada. Le pedí tantas veces que dejara eso, al fin él ya tenía un terrenito, entonces para que pelear con una compañía tan fuerte, hasta decían que ponía y quitaba a los gobernadores.

Hipólito siempre me contestaba -Petra, las leyes nos protegen y si no luchamos nunca sabremos si se puede o no, vamos a luchar dentro de la ley- Yo cada vez que salía, creía que era la última vez que lo miraba.

Su hermano Pedro, que ha permanecido callado escuchando a Petra, interviene:

Es que entonces casi todos los campesinos nos unimos para formar la federación de Comunidades Agrarias y pues a Hipólito lo escogimos para dirigirla porque era el que más sabía y hablaba muy bien, por eso andaba de un lado para otro, a veces a caballo y a veces en un troquecito de los Guillén que le decían "el cuatro vientos" No crea, todos teníamos miedo, pero le entramos porque en una reunión allá en la escuela del Pacífico, acordamos tomar las tierras de los ranchos de la Colorado el 27 de Enero de 1937 y las tomamos, pero no fue fácil, sabíamos que se iban a dejar venir los soldados y las guardias blancas de la Colorado, pero le entramos.

Aquella noche estuvimos ahí con un frío, pues entonces cuales chamarras ni cuales cobijas si todos éramos tan pobres. Como a las once de la noche llegaron los soldados y nos rodearon, casi no los mirábamos por lo oscuro, pero si oímos que cortaban cartucho y pues...todos nos asustamos mucho, luego el Coronel se acercó y nos ordenó que nos saliéramos de ese terreno.

!Están ustedes violando la ley, estas tierras son extranjeras y no pueden estar dentro de ellas!

Entonces un señor que se apellidaba Serrano le contestó...

Coronel, voy a decirle unas palabras. Mire mi Coronel, me admira y me entristece que siendo usted un guardián de la Patria, diga que estas tierras son extranjeras. !Estas tierras son mexicanas y vamos a tomarlas dentro de la ley!

El Coronel Orozco entonces nos ordenó que nos saliéramos al camino, porque esas eran las únicas tierras nacionales y nosotros nos salimos y allí pusimos el campamento y la lumbrita porque !como hacía frío esas noches que pasamos metidos en unos hoyos!

El 29 llegó el un capitán con unos troquecitos, venía buscando a los jefes Hipólito Rentería y a Leonardo Guillén, dijimos que no sabíamos donde estaban y entonces amenazó con llevarnos a todos a la cárcel y dijo que nos subiéramos a los troques. Desde el primer día pusimos la bandera de la comunidad Michoacán de Ocampo arriba de un palo, el Coronel le ordenó al viejito que la cuidaba que la quitara de allí.

El viejito le contestó -Me perdona mi capitán, pero esta bandera yo, la estoy cuidando y antes me mata que quitarla, si quiere quítela usted!

-Bueno, dijo el capitán- déjenla ahí.

Y se quedó el viejito cuidando la bandera mientras todos los demás nos fuimos en los troques. Pero no íbamos asustados, no, al contrario, íbamos cantando el corrido del agrarista, corridos de la revolución hasta que llegamos a los sótanos de palacio, allí nos tuvieron presos. Después nos soltaron por órdenes del Presidente Cárdenas. Así fue "El Asalto a las Tierras", luego se formaron los ejidos y ya en vez de ver tantos chinos, empezamos a ver mexicanos por todos lados.

Pero no crea que con eso se acabaron los problemas, no que va! es que todo tenía que hacerse, la vida era difícil para todos, pero yo creo que más para nosotras las mujeres. Cuando llegamos aquí no había ningún árbol, las casas las hacíamos de cachanilla, a veces forrada con lodo para los fríos. Los colchones eran sacos de pizcar rellenos de cachanilla. Usábamos el agua de los canales y para filtrarla poníamos en el depósito unas piedras del Cerro Prieto, allí se pegaba toda la tierra y la basura, el agua salía limpia.

Hacía tanto calor que dormíamos afuera y teníamos que luchar contra los moscos, nos pasábamos las noches espantando unos moscones. Para cocinar se hacía un fogón adentro del cuarto para que el viento no apagara la lumbre, pero se llenaba de tanto humo que estábamos a llore y llore. Ir a Mexicali por la comida era caminar kilómetros entre el terregal, desde donde nos dejara el raite

Al principio todo fue difícil, pero aquí estamos y yo le digo a mis hermanos que debemos sentirnos contentos por lo que hicimos y agradecer que ahora todo es tan diferente.



Petra y Pedro Pérez Hernández, ejido Michoacán de Ocampo. Testimonios 1993

Tenencia de la tierra en el valle de Mexicali

Yolanda Sánchez Ogás

Guillermo Andrade dueño del delta del Río Colorado.
En 1877, Guillermo Andrade recibió del presidente Porfirio Díaz la concesión de 305,000 hectáreas del delta del Río Colorado, con el compromiso de hacer producir las tierras y poblar la región. Debía respetar las tierras que durante siglos habían sido de los indígenas cucapá. Andrade no cumplió sus objetivos por falta de agua y a fines del siglo XIX el delta seguía improductivo.

Sólo existía el poblado Los Algodones, a donde llegaban vaqueros con su ganado. En el delta algunas bandas cucapá practicaban una agricultura rudimentaria, sembrando calabaza, maíz, frijol, sandía y melón. Andrade no tuvo recursos para explotar las tierras del delta, pero un grupo de estadounidenses de California se unió y formó una compañía para realizar obras de irrigación y conducir agua del Río Colorado al valle Imperial.

No pudieron realizar ese proyecto por territorio de Estados Unidos debido a las arenas del desierto. En tierras mexicanas había mejores condiciones del suelo y decidieron hacerlo por nuestro territorio, aprovechando el río Álamo. Las obras de irrigación concluyeron en junio de 1901 y por primera vez, las aguas corrieron más de 60 kilómetros por territorio mexicano, hasta la compuerta Sharp. De allí subieron hacia California para regar el valle Imperial.
La Colorado River Land Company, “el rancho algodonero más grande del mundo”
Ante la posibilidad de regar también tierras mexicanas, en California se formó la Colorado River Land Company que en 1904 compró a Andrade la mayor parte de sus tierras. Ese mismo año se firmó entre México y Estados Unidos un convenio que otorgaba a cada país la mitad de las aguas que corrían por el canal Álamo.

La Colorado se apoderó de tierras y aguas del delta del Río Colorado, casi todo lo que después se llamaría valle de Mexicali y la primera actividad que desarrolló en el valle fue la ganadería. En 1912 sembraron quince hectáreas de algodón con buenos resultados y desde entonces inició la renta de tierras. Rentaba a bajo precio tierras enmontadas que los arrendatarios debían desmontar y nivelar. También abrían caminos y canales. Sembraban principalmente algodón y entregaban parte de la cosecha a la compañía. Así se creó “el rancho algodonero más grande del mundo” con casi cien mil hectáreas abiertas al cultivo.

La Colorado era dueña del valle de Mexicali, donde a los mexicanos se les negaba el derecho a poseer una parcela. El seis de enero de 1915 se decretó la ley agraria y en 1917 el Artículo 27 Constitucional que otorgaban derechos agrarios a los mexicanos, pero en Baja California no tuvieron efecto. Para evitar que los campesinos mexicanos exigieran una parcela, la Colorado rentaba tierras preferentemente a chinos, japoneses y estadunidenses

Muy pocos mexicanos lograron rentar tierras a la Colorado, la mayoría sólo podía trabajar como peones y aún eso era difícil porque chinos y japoneses preferían emplear a sus paisanos que llegaban al valle de manera ilegal. Esta situación injusta se agravaba con las acciones del cuerpo de guardias blancas que la Colorado empleaba desde 1911, para proteger sus intereses en el valle.

Las primeras protestas
Las injusticias que vivían los campesinos mexicanos trajeron como consecuencia algunas protestas, sobre todo a partir la llegada al valle del coronel villista Marcelino Magaña. Este, al frente de un grupo de campesinos solicitó tierras al gobierno y como no se las otorgaron se posesionó de tierras del rancho Corona.

Ante el temor de que el movimiento magañista creciera más, el gobernador Abelardo Rodríguez compró al italiano Víctor Carusso sus terrenos y los vendió a 230 familias mexicanas. Con esas tierras, en 1925 se crearon las primeras colonias agrícolas con propietarios mexicanos llamadas Colonia Progreso y Anexas. En cuanto a los magañistas, a ninguno se le vendieron parcelas y el grupo se desintegró.

La idea de luchar por mejores condiciones de vida para los mexicanos crecía y desde 1926 empezaron a formarse sindicatos campesinos que buscaban mejores salarios para los trabajadores del campo. En 1930 algunos miembros del sindicato campesino de Álamo Mocho fueron enviados presos a las Islas Marías por protestar contra la Colorado. Entre los detenidos iba la señora Felipa Velázquez viuda de Arellano.

Francisco J. Mújica, entonces director del penal, consideró injusta su aprehensión y arregló su salida, pero permanecieron 4 meses en las Islas Marías, hasta la llegada del barco que los trasladó a Mazatlán. La mayoría regresó a Mexicali, no así Doña Felipa que permaneció en Mazatlán. Vino a Mexicali a visitar parientes en 1948, pero enfermó y regresó a Sinaloa, donde murió en 1949

La reforma cardenista
1934 marcó un cambio para Baja California. Llegó a la presidencia del país el General Lázaro Cárdenas y en su Plan Sexenal proyectó recuperar los recursos nacionales explotados por extranjeros y que sólo a México debían pertenecer. Cárdenas envió a Baja California a su Secretario de Comunicaciones, Francisco J. Mújica, quien se reunió con funcionarios y campesinos para conocer la situación del Territorio de Baja California. Se proyectaba resolver los graves problemas de la tenencia de la tierra, escasa población mexicana y falta de comunicaciones.

Como resultado de esa visita, el 28 de septiembre de 1936, por radio, el Presidente dio a conocer a todo el país, su Proyecto de Integración de los Territorios. En el caso de Baja California pretendía repartir el latifundio de la Colorado River Land Company, poblar el territorio con mexicanos, crear escuelas, construir caminos y un ferrocarril que uniera Baja California con el resto del país.

Ante la posibilidad de recibir el apoyo del presidente, los campesinos formaron comunidades agrarias, las cuales se unieron en la Federación de Comunidades Agrarias, presidida por Hipólito Rentería. Después de una intensa campaña por todo el valle, los miembros de la Federación se reunieron el 25 de enero de 1937 en la escuela Emiliano Zapata de la colonia Pacífico y decidieron que cada comunidad tomaría las tierras de los ranchos donde trabajaban.

Esta acción la realizaron el 27 de enero de 1937 en los ranchos donde los campesinos trabajaban y se recuerda como El Asalto a las Tierras. La Colorado reprimió el movimiento encarcelando a los campesinos, pero pocos días después fueron liberados por órdenes del Presidente Cárdenas y regresaron a las tierras que habían tomado.

Esta acción campesina aceleró la reforma agraria planeada por el gobierno y significó la recuperación de las tierras que durante más de treinta años estuvieron en manos extranjeras. Significó además, la creación de ejidos, pues tres meses después del 27 de enero de 1937, se habían creado 40 ejidos beneficiando a 700 familias mexicanas. La reforma agraria obligó a la Colorado River Land Company a vender sus tierras mexicanas, de donde salió en 1946. Con la llegada de las familias de los campesinos, organizada por el gobierno, el valle empezó a poblarse con mexicanos.

“Los periodistas y otras gentes de la ciudad dicen que no hubo Asalto a las Tierras, ellos no saben la verdad de las cosas, nosotros si sabemos la verdad y la verdad son los miles de mexicanos que ahora vemos en el valle y no puros chinos como antes” *





*Testimonio de Jeremías Guillén Rentería, campesino del ejido Michoacán de Ocampo (qepd).

sábado, 11 de diciembre de 2010

Corridos sobre el 27 de enero

El corrido en México es una forma musical y literaria popular mestiza. Existen corridos desde el siglo XIX, que relatan acontecimientos de la independencia de México y otros acontecimientos históricos. Parte de un saludo o presentación, luego relata un hecho casi siempre histórico y termina con una despedida.

Los corridos más conocidos en México relatan hechos revolucionarios y entre más popular sea el personaje, más corridos se le dedican, como es el caso de Francisco Villa y Zapata.

En Baja California, durante el hecho conocido como asalto a las tierras de 1937 en el valle de Mexicali, se escribieron varios corridos. Casi todos son vivencias de los participantes que de esa manera escribieron la historia del movimiento y su participación en el mismo. Los corridos son una excelente lección de historia.

Los campesinos que participaron en el movimiento agrario relataban que cuando los llevaron presos a la cárcel o los sótanos de palacio de gobierno, cantaban corridos revolucionarios o el corrido del Agrarista.



Corrido Agrarista
Lorenzo Barcelata y Ernesto Cortázar

Marchemos agraristas a los campos
a sembrar la semilla del progreso
marchemos siempre unidos sin tropiezo
laborando por la paz de la nación

No queremos ya más luchas entre hermanos
olvidemos los rencores compañeros
que se llenen de trigo los graneros
y que surja la ansiada redención

Voy a empezar a cantarles
la canción del agrarista
les dirá muchas verdades
señores capitalistas

Es el sentir de los pobres
los que en el campo trabajamos
los que con tantos sudores
nuestras tierras cultivamos

¡Ay…ay…ay…ay!
luchando por nuestro anhelo,
murieron muchos hermanos,
que digno ejemplo nos dieron
¡Ay…ay…ay…y

Nuestro lema es el trabajo
queremos tierras y arados,
pues la patria necesita
de sus campos cultivados

Cantemos todos unidos
la canción de la esperanza,
la más bonita canción
de libertad y de unión

¡Ay…ay…ay…ay!
Luchando por nuestro anhelo,
murieron muchos hermanos
que digno ejemplo nos dieron
!Ay…ay…ay…ay!

(Se repite)

Marchemos agraristas a los campos
a sembrar la semilla del progreso
marchemos siempre unidos sin tropiezo
laborando por la paz de la nación

No queremos ya mas luchas entre hermanos
olvidemos los rencores compañeros
que se llenen de trigo los graneros
y que surja la ansiada redención


2._El Asalto a las tierras
Anónimo

Un veintisiete de enero
del año del treinta y siete,
se dio el asalto a las tierras
por un puñado de gente

Álamo Mocho y Sesbania,
también Michoacán de Ocampo,
la Hidalgo, Mina y Victoria
acordaron el asalto
Tomaron en Mexicali
los ranchos de la chinesca
a la River Colorado
le expropiaron su riqueza

Viva el Asalto a las tierras
cantemos los campesinos,
rescatemos las parcelas
de hindúes, gringos y chinos

Hipólito Rentería,
Guillén, Leonardo y don Crespo
lucharon por la tenencia
y reivindicación del campo

Cárdenas fue el presidente,
el fundador del ejido,
dio tierra a toda la gente
apoyando al campesino

El asalto a la tierra
ya se escribió en nuestra historia
nuestra gente lo festeja
en mi Baja California



3._Emigdio Mora Pantoja, originario de Michoacán fue uno de los agraristas que participaron con la comunidad Michoacán de Ocampo. Participó en la toma de tierras de la Colorado River Land Company y recibió su parcela al formarse el ejido. Vivió en el ejido hasta su muerte. Don Emigdio, dotado de gran sensibilidad plasmó sus ideas sobre el 27 de enero en un corrido.

Corrido a la gesta del 27 de enero

Debemos de recordar aquel notable valor
el valle de Mexicali quedó cubierto de honor
los agraristas unidos le hicieron reclamación
directamente a Cortina, las tierras de la nación.
Era Navarro Cortina gobernador entonces
del Distrito Norte de la Baja California.

El veintisiete del año del treinta y siete
el movimiento estalló confiando en el Presidente.
Se les negaban las tierras que tenía la Colorado,
pero ya los agraristas, su proyecto habían formado.
Cortina siempre apoyó a la River Colorado
movilizó al batallón que de aquel grupo se ha burlado

Llegaron los federales preguntando por los jefes,
aquí no tenemos jefes, pues todos somos iguales.
Díganme quien es el jefe, se lo pido por favor
porque eso es lo que me pide el señor gobernador.
Aquí no tenemos jefes, le contesta el Bruma de los puntos,
primero muertos, tirados, que desamparar el punto.

Se llevaron a Ignacio Sánchez, también a Jesús Cibrián,
van en calidad de presos, sabe dios si volverán
El 28 en la mañana estábamos desesperados
por nuestros dos compañeros que llevaron los soldados.
Los grupos todos unidos con gran resolución,
llegaron al acuerdo de enviar una comisión.

Salieron dos camaradas con un valor competente
rumbo a la capital, a hablar con el presidente.
Primeros días de marzo, ya el periódico oficial
traía publicada la resolución presidencial.
El presidente atendió porque creyó necesario
basado en los fundamentos que marca el código agrario.

Decidió allí el General, a quien ya era campesino,
dándole todo su apoyo al Licenciado Gabino
Se preparó el Licenciado con gran valor y esmero.
era cosa de admirar aquel grupo de ingenieros,
cuando llegó a Mexicali, era una sola alegría,
gritaban los agraristas _!Que muera la compañía!

¡Abajo los cortinistas!, Nacho decía muy contento,
no queremos detención, ni hacer el fraccionamiento
agraristas de la Baja, aquí terminan sus penas.
sin duda, Gabino Vázquez, fue quien quebró las cadenas.
Tratamos este corrido con alegría y con afán,
este favor le debemos al Héroe de Michoacán.

Estos son los resultados del 27 de enero
debemos darle un aplauso al banquero Caballero
aquí van a despedir, cantando con alegría,
quedaron los agraristas con tierra y con garantía

Corrido a Hipólito Rentería
Profra. Hida Aguilera Alcántar

Vengo a cantarles a todos
un corrido muy mentado
de un hombre muy afamado,
como no ha existido otro,
Hipólito Rentería
el caudillo de nosotros.

Nacido allá en Michoacán
en Puruándiro querido
hombre de revolución,
dirigente campesino,
defensor de los derechos
del pueblo y del agrarismo

Comunidades agrarias
lo eligieron presidente
y el veinticinco de enero
del año del treinta y siete
en la Emiliano Zapata
se reunió con mucha gente

El motivo ya lo sabe
si no sabe le diremos
en la colonia Pacífico
la historia decidiremos
que el 27 de enero
las tierras las tomaremos

Hipólito Rentería dirigió
este movimiento
¿Cómo olvidarte gran hombre
¿Cómo pagar compañero
nosotros los campesinos
a ti todo te debemos

Adios Colorado River,
adios rancho algodonero
con el Asalto a las Tierras
ya perdiste tus terrenos,
mexicanos adelante,
hoy seremos nuevos dueños.

Vuela, vuela palomita
por Mexicali y su valle,
y llévale gratitud
a Hipólito donde se halle,
y llévale gratitud
a Hipólito donde se halle.

Escenificación El Asalto a las tierras

Escenificación escrita por la profesora Hilda Aguilera Alcántar, durante un curso de PACAEP, para aplicarse en la escuela primaria el 27 de enero


El Asalto a las tierras

Primera escena
Narrador:
El 25 de enero, Hipólito Rentería y los hermanos Guillén organizaron una reunión con los miembros de la Federación de Comunidades Agrarias (de la que Hipólito era presidente), en la escuela Emiliano Zapata de la colonia Pacífico, donde ocurrió lo siguiente:

Campesino 1_
¡Es insoportable esta situación!

Don Hipólito:
Si compañeros, ninguno de nosotros queremos ya aquí a la Colorado, pues desde hace más 30 años es dueña de casi todo el valle de Mexicali

Campesino 2:
¡Eso no es justo! Nomás les renta tierras a chinos y japoneses. A los mexicanos no les renta porque tiene miedo de que le quiten la tierra a la que no tiene derecho

Hipólito:
Así es, por ley, las tierras deben ser para los mexicanos, debemos organizarnos para tomarlas

Todos:
Si, las tierras son de México y deben ser nuestras

Hipólito:
Entonces compañeros, debemos organizarnos, el 27 de enero cada grupo tomará las tierras de los ranchos donde trabajan

Segunda escena
Narrador:
Don Filiberto Crespo, era el tesorero de la Federación y fue a Mexicali a comprar un rollo de tela roja, para hacer las banderas con las que debían señalar las tierras que tomarían. También se elaboró una bandera para cada comunidad.
Tercera escena


Narrador
El 27 de enero a las seis de la mañana cada grupo debía dirigirse a los ranchos donde trabajaban y tomar las tierras que desde ese momento consideraban suyas. Los miembros de la comunidad Michoacán de Ocampo llegaron a los ranchos 2, 3 y 15 de la Chinesca.

Leonardo Guillén
Coloquen las banderas alrededor del terreno y hay que hacer un campamento. Hagan hoyos en la tierra y lumbradas para aguantar el frío.

Narrador
Esa noche hacía mucho frío y pos cuales cobijas ni chamarras, con la pura lumbrada nos calentamos y ya en la noche vimos una luces a lo lejos. Eran los soldados

Campesino 3
¡ay vienen los esbirros de la Colorado!, ay vienen, pero no se asusten, ¡todos juntos aquí!

Campesino 4
Que no agarren a los jefes, váyanse don Leonardo, escóndase.

Campesino 5
Ya se acercan las luces, son unos troques

Campesino 6
Son las guardias blancas de la Colorado

Narrador
Llegan los soldados, rodean a los agraristas y cortan cartucho de sus mausers

Coronel Orozco
¿Dónde están los jefes, que se entreguen los jefes

Campesino 7
Aquí no tenemos jefes, todos somos iguales

Coronel Orozco
Entréguenme a los jefes, es lo único que quiere el gobierno

Campesino 7
Aquí no tenemos jefes, dígale al gobernador Cortina


Coronel Orozco
Entonces váyanse todos, no tienen derecho a estar aquí, ¡Estas tierras son extranjeras!

Viejito
Me perdona mi coronel, pero voy a decir unas palabras. Me admira y me entristece que siendo usted un guardián de la patria, diga que estas tierras son extranjeras. ¡Estas tierras son mexicanas y vamos a tomarlas dentro de la ley!

Coronel Orozco
Bueno, entonces muévanse para el camino, es la única tierra nacional

Cuarta escena (campamento)

Narrador
Dos días después regresaron los soldados buscando a Don Hipólito, pero como no lo encontraron decidieron llevar preso a Leonardo Guillén. Los campesinos se unieron y gritaron, si se lo llevan a él que nos lleven a todos.

Capitán
Súbanse todos a los troques, vamos al sótano de palacio, pero antes… quiten esa bandera nacional y la bandera roja. ¡Bájenlas de ese árbol!

Don Félix
Mi capitán, esas banderas yo las estoy cuidando y no las voy a quitar, si quiere quítelas usted, pero antes me mata que quitarlas!

Capitán
Bueno, déjenlas ahí

Narrador (banderas nacional y agrarista)
Se quedó el viejito cuidando las banderas. Mientras, los agraristas fueron llevados presos al sótano de palacio de gobierno, pero no estaban tristes ni asustados, todos cantaban corridos de Zapata, del agrarista. Dos días después a palacio llegó un telegrama

Soldado
Señor gobernador Navarro Cortina, el Presidente le mandó este telegrama

Gobernador Rafael Navarro cortina
El presidente Cárdenas ordena que los campesinos salgan libres. ¡Echenlos fuera!
Campesinos
Ahora si, vamos a las tierras que marcamos con las banderas rojas


Hipólito
Señores, el presidente ordena que vaya una comisión de campesinos para informarle de la situación que hay en el valle. Que vayan Leonardo Guillén y Filiberto Crespo

Escena seis (Palacio de Gobierno, el presidente sentado en un escritorio. Guillén y Crespo en un sillón)

Presidente Cárdenas
No se preocupen por sus compañeros, mandaré una comisión del Departamento Agrario para que resuelva los problemas que tienen por allá. Tomen estos boletos de avión para que regresen a Mexicali y lleven este telegrama a los agraristas.

Hipólito con el telegrama en la mano
El presidente mandará una comisión para que reparta las tierras, pronto serán nuestras compañeros

Campesinos todos.
Aplausos, gritos de viva, bravo

Narrador
La primera comunidad que recibió sus parcelas fue la de Álamo Mocho a principios de marzo de 1937. Tres meses después del Asalto se habían creado 40 ejidos que beneficiaron a 700 familias

Doña Petra, homenaje póstumo

Yolanda Sánchez Ogás

Es para mí una gran satisfacción que en este día me hayan ofrecido la oportunidad de decir unas palabras sobre Doña Petra, recordar unas pocas de las vivencias que a lo largo de 17 años que la visité, ella compartió conmigo.

Dejó de existir Doña Petra Pérez Hernández, compañera de Hipólito Rentería, dirigente de la Federación de Comunidades Agrarias del valle de Mexicali en 1937. Hablar de Doña Petra, es hablar de una persona muy interesante, no solo por su trayectoria de casi cien años, sino por la riqueza de valores que supo darle a su vida.

Quienes tuvimos la fortuna de estar cerca de ella, disfrutamos su trato amable, su gusto por la conversación, su conocimiento de las noticias, su alegría y su gusto por la vida. Ella no quería morir, su mayor deseo era conservar fuerzas para seguir accionando.

Vivió una larga trayectoria que empezó en Jora, Nayarit, su pueblo natal, en 1902 y terminó en Mexicali el 7 de diciembre del 2000. Doña Petra, con su profunda capacidad de observación, vivió e integró a su memoria cada etapa de su vida. Fue así como a través de ella conocimos tantas historias del México del siglo XX. “Nomás me acuerdo desde que tenía tres años” decía y empezaba a hilvanar los recuerdos de su memoria fabulosa, que le decía yo. !Cómo la envidiaba!

Por ella conocí como enseñaban las maestras hace noventa años: “el gobierno nos daba una pizarra y un pizarrín, algo parecido a un gis gris, la maestra dictaba y escribía en el aire. Nosotros en la pizarra, luego borrábamos para seguir escribiendo y al día siguiente debíamos decir todo de memoria”.

Quizá ese ejercicio cotidiano favoreció su excelente memoria, lo que me permitió disfrutar cientos de pequeñas historias. Sobre todo, por sus pláticas recorrí el Mexicali que no me tocó vivir. Ese Mexicali a donde ella llegó en 1929 y que tan fielmente retrataba con sus palabras.

Importantes fueron sus relatos sobre el Asalto a las Tierras dirigido por fundadores del ejido Michoacán de Ocampo. Ella estuvo muy cerca de esos hechos como compañera del líder de los campesinos, Hipólito Rentería. Decía: “las mujeres no participamos en el movimiento agrario, pero yo estaba siempre junto a Poli porque cada vez que salía, me daba miedo que algo le pasara, que ya no regresara”.

Fue tanta su precisión de estos hechos que no hay ningún trabajo de rescate de testimonios sobre el movimiento agrario donde no aparezcan sus relatos. Ella misma, pionera de la vida ejidal en el valle de Mexicali, tuvo una activa participación en todas las acciones para mejorar la vida de las familias campesinas. El 20 de noviembre de 1937, los ejidatarios del Michoacán de Ocampo desfilaron en Mexicali con un carro alegórico. Las mujeres del ejido representaron a la reina Xóchitl y Doña Petra fue guardia de honor.

Por órdenes de la esposa del Presidente Amalia Solórzano de Cárdenas, en cada ejido se formó una liga femenil. Doña Petra elaboró la bandera roja de la liga femenil del Michoacán de Ocampo que se llamó Amalia Solórzano de Cárdenas. Estaba integrada por las mujeres del ejido para organizar y mejorar la vida familiar. La liga femenil recibió máquinas de coser y en casa de Doña Petra se instaló un taller de costura donde las mujeres, ella incluida, aprendieron a coser su ropa.

Las profesoras que llegaban a trabajar en la escuela del ejido, tuvieron en la casa de Doña Petra alimentos y un cuarto donde dormir. Y en las fiestas para celebrar el aniversario del movimiento agrario, cada 27 de enero, durante años, en su casa se cocinaron parte de los alimentos que se ofrecían a los visitantes.

Durante el periodo en que Hipólito fue diputado, sus labores se trasladaron al Distrito Federal. Allá siempre tenía la casa llena de campesinos de todo el país, que llegaban a la capital y a quienes Don Hipólito ayudaba con alojamiento y comida. En México, Doña Petra tuvo oportunidad de leer novelas y revistas que algunas veces me mostraba, pero además las comentaba cincuenta años después de haberlas leído.

Doña Petra, cardenista convencida, el 18 de marzo de 1938, participó en la gran marcha al zócalo de la ciudad de México, apoyando al Presidente Cárdenas por el decreto de la expropiación petrolera. Tantas cosas que le tocó vivir y cuyo recuerdo compartió, porque !cómo le gustaba platicar! y qué bueno que siempre pudo hacerlo.

Hace unos 17 años, interesada en conocer a fondo el origen de la fiesta del 27 de enero, llegué al ejido en busca de información, Alguien me mandó con ella y sin conocerla llegué a su casa. Al decirle el motivo de mi visita, me dijo: “por pura educación la estoy escuchando, pero no quiero hablar de eso” y empezó a llorar. Sentí que le dolían los recuerdos y me retiré. Tiempo después volví y paralelas a una naciente amistad brotaron sus vivencias. Cientos de horas disfruté escuchando sus recuerdos, porque después, la buscaba sólo por el gusto de platicar con ella.

Con nostalgia, Doña Petra recordaba que cuando vivía Don Hipólito mucha gente los visitaba, y decía: “si estos pinos hablaran; aquí llegaban gobernadores, diputados, líderes, periodistas, mucha gente, pero cuando él murió, todo se acabó”. Y recordaba un refrán:

Así es la vida, como el árbol, cuando está de hojas copado
todos van a su sombra a veranear, llega el invierno y queda deshojado
y nadie se acuerda de que allí se fue a sombrear”

Con el tiempo, sus recuerdos se volcaron en el museo comunitario del ejido, cuyo origen no concibo sin sus relatos, objetos y fotografías, que también me prestó para crearlo. Entonces hubo una segunda etapa de muchas visitas, ahora a conocerla a ella. Gobernadores, diputados, funcionarios y sobre todo niños y profesores.

Cientos de niños la visitaron. Muchas veces estuve yo presente y siempre tuvo la palabra amable, la respuesta a las preguntas infantiles y el chascarrillo oportuno, de tal forma que todos se retiraban emocionados. Para ella todas las visitas eran importantes, pero mencionaba con frecuencia la del hijo de Emiliano Zapata y la del actor Pedro Armendariz, a quien conoció en una ocasión que la llevé al museo Hombre, Naturaleza y Cultura.

Armendariz dirigía un equipo que hacía un programa sobre Baja California para televisión. Se interesó en la historia del movimiento agrario y quiso entrevistar a doña Petra y sus hermanos. Lo llevé a casa de su hermano Pedro en el ejido, para grabar un programa de televisión que pasó a nivel nacional. !Cómo presumía que Pedro Armendariz la abrazó varias veces!

De Doña Petra hay mucho que decir, pero para terminar, transcribo algunos de sus pensamientos.

“Yo todavía quisiera hacer muchas cosas que están en mi mente, porque mi mente todavía está joven. Pienso todavía cosas buenas. Quisiera tener la lámpara de Aladino para formar un palacio hasta en el viento, pero en la realidad no hay nada, sólo soledad, porque todos están muy ocupados para atender a los viejos. Es que de los viejos, los parientes se acuerdan como si fuera un amigo con el que nunca se han peleado y de vez en cuando, cuando se acuerdan van a verlo, así es y ni modo. Pero de todos modos yo quiero seguir viviendo y aquí sigo sola en mi casita, porque cada quien tiene su carácter y mejor sola. No quiero que me pase lo que dice el dicho:

Por dios que la tierra tiembla, de lo pesado que estoy,
mal haya la casa ajena, no me corran, yo me voy

Así que aquí estoy, pero no me quiero morir. Cuando me muera, con el alma y la vida me quiero quedar sobre la tierra. Es que el que se va a lo profundo, en lo profundo queda. Ya sabemos que el que se muere, se muere, se acaba, pero si le queman y tiran sus cenizas para que el viento se las lleve, como que todavía queda algo. Yo quisiera que me quemaran y mis cenizas, aunque yo ya no exista, quedaran sobre la tierra para seguir viviendo y alternando con el polvo. Que el viento me lleve de aquí para allá. Cuando me muera, de veras quiero que me quemen y me tiren en Cerro Prieto, para seguir accionando.


Doña Petra, gracias a la vida por haberla conocido.
Su deseo se ha cumplido, Cerro Prieto la espera.
Descanse en paz.

Palabras pronunciadas en el homenaje que se le otorgó a Doña Petra en el ejido Michoacán de Ocampo. Diciembre 9 del 2000.

Doña Petra, diez años después

Yolanda Sánchez Ogás

Este día 7 de diciembre se cumplieron diez años de la muerte de Doña Petra, ella ya no está, pero sus pensamientos, su legado sigue. Está en muchos escritos que recogieron sus palabras, está en las fotos y objetos que legó al museo comunitario El Asalto a las Tierras del ejido Michoacán de Ocampo, está en el pensamiento y conocimientos de quienes como yo, conocimos con sus pláticas la historia del movimiento agrario y de la formación de los ejidos.

Está en alguna planta que nació en la tierra fertilizada con sus cenizas, esparcidas en el Cerro Prieto, como ella decía: No quiero que me entierren, quiero que tiren mis cenizas en Cerro Prieto y a van a nacer plantas que sirvan de alimento a algún animalito. Así nunca voy a morir. En mi pensamiento y en mis sentimientos siempre estará, por ello, en este aniversario de su fallecimiento recupero y comparto las palabras que escribí en un periódico y las que pronuncié en el homenaje que le rindieron en el jardín del ejido, alumnos, profesores y gente de la comunidad, hace diez años.

Doña Petra.
Vio amaneceres durante casi un siglo, muchos de ellos en su casa del ejido Michoacán de Ocampo donde vivía con la ilusión de ver un nuevo día. Privilegio que ella se empeñaba en conservar “no quiero morirme, mientras la lengua me funcione y pueda hablar quiero seguir viviendo”.

Y si, doña Petra Pérez Viuda de Rentería no solo conservó la capacidad de hablar, sino que, hasta el final de su vida, con plena lucidez platicaba sus andanzas por su natal Nayarit, un corto periodo que vivió en Estados Unidos y sobre todo, lo que vio en este Mexicali que conoció desde 1929, cuando por primera vez llegó a esta tierra.

“Nomás me acuerdo desde que tenía tres años” decía y empezaba a desgranar sus recuerdos. Doña Petra nació el 30 de mayo de 1902, en Jora, un pueblo perdido en la sierra de Nayarit. Vio transcurrir todo el siglo XX y murió el 7 de diciembre del 2000, a los 98 años. Aunque ella decía que había nacido en 1898, incluso, de una manera sencilla, su familia, personas del ejido y algunas amistades de Mexicali celebramos con una misa cien años de su existencia.

Pero, ¿quien es doña Petra y porqué importan tanto sus testimonios? Bueno, el sólo hecho de vivir ciento dos años indica que ha sido testigo presencial de acontecimientos que han marcado la vida de nuestro estado y del país . Actualmente, pocas personas nos pueden hablar de hechos revolucionarios como la llegada y alojamiento de los villistas en la ranchería donde ella vivía, de la vida y carencias de las personas durante la revolución.

Vivió los peligros de la construcción de la vía del ferrocarril del Pacífico, de La Quemada en Jalisco hasta Nogales, al recorrer con sus hermanos campamento tras campamento haciéndoles comida. En esa época fue testigo del esfuerzo de los trabajadores del ferrocarril expuestos siempre a que estallara la dinamita, como ocurrió en varias ocasiones.

Platicaba de sus temores cuando en Ciudad Obregón, cuando viajaba hacia el norte, sin saber de que se trataba, se vio envuelta en la rebelión escobarista de 1929 y no pudo continuar su viaje al. Vivió junto con la población el pánico de ver por primera vez un avión y peor aún, arrojando bombas al enemigo. Para nosotros los mexicalenses, los testimonios más importantes de Doña Petra son los que relata a partir de 1929, porque nos permiten conocer al Mexicali que no nos tocó vivir, pero que tiene tanto que ver con el Mexicali actual.

A partir de 1935, ya como compañera de Hipólito Rentería, presidente de la Federación de Comunidades Agrarias, conoció de cerca las acciones que tuvieron que ver con la aplicación de la reforma agraria en el valle de Mexicali. Doña Petra, como todas las mujeres, no participó directamente en la toma de tierras, sin embargo, como compañera del Presidente de esa Federación, ella fue testigo de todos los acontecimientos que llevaron a los campesinos del valle de Mexicali a acelerar la recuperación de las tierras proyectada por el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas.

Doña Petra participó activamente en la formación del ejido, como todas las mujeres de campesinos, verdaderas heroínas por su lucha contra el polvo que les cubría hasta las rodillas cuando recorrían kilómetros y kilómetros con su cajita de mandado a cuestas, cuando en los camiones, a veces cargados de algodón, iban al “pueblo” (Mexicali) a tratar de hacer rendir los dos pesos diarios que el banco ejidal les daba para el sostenimiento de la familia.

Mujeres como Doña Petra formaron los ejidos. En racas jaladas por caballos iban a los alrededores de Cerro Prieto a cortar ramas de ocotillo para hacer sus casas de cachanillla, acarreaban piedras que usaban como filtros para limpiar el agua del canal que bebían. Ellas construían hornillas, las camas de ramas y lonas que usaban. Vivían en lucha cotidiana contra los moscos, el calor que más de una vez dejó tendido en el terreno a los campesinos, el frío y las polvaredas del otoño e invierno. Acarreaban agua del canal hasta la casa por aquellos caminos enlodados. Todo eso nosotros lo vivimos, decía Doña Petra, pero ahora la vida en el valle es muy diferente.

Esas condiciones adversas no desanimaron a las mujeres, quienes de acuerdo a un decreto emitido por la esposa del Presidente Cárdenas, Amalia Solórzano de Cárdenas, solicitaba que las mujeres de cada ejido formaran una liga femenil para apoyo de ellas mismas y sus familias. En el ejido Michoacán de Ocampo las mujeres formaron la Liga Femenil “Amalia Solórzano de Cárdenas” y fue Doña Petra quien elaboró la bandera.

En 1989 tuve la suerte de poder formar un Museo Comunitario en la antigua escuela del ejido. Acudí a Doña Petra. Ella, esposa del líder del movimiento agrario, del primer diputado campesino de Baja California y dirigente de la Liga de Comunidades Agrarias y además poseedora de una excelente memoria y buena disposición, era la persona indicada como informante, para proporcionar objetos y fotografías. En su primera etapa, el museo se formó en buena medida con su apoyo.

Por toda la riqueza de conocimientos que nos ha proporcionado, a mí en lo personal y a la población mexicalense en general, ya que este museo recibe la visita de miles de estudiantes de todos los niveles cada año, agradezco a Doña Petra Pérez Viuda de Rentería, los cien años de experiencias acumuladas y compartidas. GRACIAS.

Doña tenía un amplio repertorio de refranes que aplicaba a las diversas situaciones que se presentaban.:
Yo soy como el palo blanco,
ni me seco ni enverdezco,
pero siempre
ocupando el campo

Color zorrillo (entre prieto y blanco)

Era como el burro
del buen pastor
no tenía ni querencia
ni amor

Si es para esa cosa
aunque sea cojeando iré