sábado, 11 de diciembre de 2010

Doña Petra, homenaje póstumo

Yolanda Sánchez Ogás

Es para mí una gran satisfacción que en este día me hayan ofrecido la oportunidad de decir unas palabras sobre Doña Petra, recordar unas pocas de las vivencias que a lo largo de 17 años que la visité, ella compartió conmigo.

Dejó de existir Doña Petra Pérez Hernández, compañera de Hipólito Rentería, dirigente de la Federación de Comunidades Agrarias del valle de Mexicali en 1937. Hablar de Doña Petra, es hablar de una persona muy interesante, no solo por su trayectoria de casi cien años, sino por la riqueza de valores que supo darle a su vida.

Quienes tuvimos la fortuna de estar cerca de ella, disfrutamos su trato amable, su gusto por la conversación, su conocimiento de las noticias, su alegría y su gusto por la vida. Ella no quería morir, su mayor deseo era conservar fuerzas para seguir accionando.

Vivió una larga trayectoria que empezó en Jora, Nayarit, su pueblo natal, en 1902 y terminó en Mexicali el 7 de diciembre del 2000. Doña Petra, con su profunda capacidad de observación, vivió e integró a su memoria cada etapa de su vida. Fue así como a través de ella conocimos tantas historias del México del siglo XX. “Nomás me acuerdo desde que tenía tres años” decía y empezaba a hilvanar los recuerdos de su memoria fabulosa, que le decía yo. !Cómo la envidiaba!

Por ella conocí como enseñaban las maestras hace noventa años: “el gobierno nos daba una pizarra y un pizarrín, algo parecido a un gis gris, la maestra dictaba y escribía en el aire. Nosotros en la pizarra, luego borrábamos para seguir escribiendo y al día siguiente debíamos decir todo de memoria”.

Quizá ese ejercicio cotidiano favoreció su excelente memoria, lo que me permitió disfrutar cientos de pequeñas historias. Sobre todo, por sus pláticas recorrí el Mexicali que no me tocó vivir. Ese Mexicali a donde ella llegó en 1929 y que tan fielmente retrataba con sus palabras.

Importantes fueron sus relatos sobre el Asalto a las Tierras dirigido por fundadores del ejido Michoacán de Ocampo. Ella estuvo muy cerca de esos hechos como compañera del líder de los campesinos, Hipólito Rentería. Decía: “las mujeres no participamos en el movimiento agrario, pero yo estaba siempre junto a Poli porque cada vez que salía, me daba miedo que algo le pasara, que ya no regresara”.

Fue tanta su precisión de estos hechos que no hay ningún trabajo de rescate de testimonios sobre el movimiento agrario donde no aparezcan sus relatos. Ella misma, pionera de la vida ejidal en el valle de Mexicali, tuvo una activa participación en todas las acciones para mejorar la vida de las familias campesinas. El 20 de noviembre de 1937, los ejidatarios del Michoacán de Ocampo desfilaron en Mexicali con un carro alegórico. Las mujeres del ejido representaron a la reina Xóchitl y Doña Petra fue guardia de honor.

Por órdenes de la esposa del Presidente Amalia Solórzano de Cárdenas, en cada ejido se formó una liga femenil. Doña Petra elaboró la bandera roja de la liga femenil del Michoacán de Ocampo que se llamó Amalia Solórzano de Cárdenas. Estaba integrada por las mujeres del ejido para organizar y mejorar la vida familiar. La liga femenil recibió máquinas de coser y en casa de Doña Petra se instaló un taller de costura donde las mujeres, ella incluida, aprendieron a coser su ropa.

Las profesoras que llegaban a trabajar en la escuela del ejido, tuvieron en la casa de Doña Petra alimentos y un cuarto donde dormir. Y en las fiestas para celebrar el aniversario del movimiento agrario, cada 27 de enero, durante años, en su casa se cocinaron parte de los alimentos que se ofrecían a los visitantes.

Durante el periodo en que Hipólito fue diputado, sus labores se trasladaron al Distrito Federal. Allá siempre tenía la casa llena de campesinos de todo el país, que llegaban a la capital y a quienes Don Hipólito ayudaba con alojamiento y comida. En México, Doña Petra tuvo oportunidad de leer novelas y revistas que algunas veces me mostraba, pero además las comentaba cincuenta años después de haberlas leído.

Doña Petra, cardenista convencida, el 18 de marzo de 1938, participó en la gran marcha al zócalo de la ciudad de México, apoyando al Presidente Cárdenas por el decreto de la expropiación petrolera. Tantas cosas que le tocó vivir y cuyo recuerdo compartió, porque !cómo le gustaba platicar! y qué bueno que siempre pudo hacerlo.

Hace unos 17 años, interesada en conocer a fondo el origen de la fiesta del 27 de enero, llegué al ejido en busca de información, Alguien me mandó con ella y sin conocerla llegué a su casa. Al decirle el motivo de mi visita, me dijo: “por pura educación la estoy escuchando, pero no quiero hablar de eso” y empezó a llorar. Sentí que le dolían los recuerdos y me retiré. Tiempo después volví y paralelas a una naciente amistad brotaron sus vivencias. Cientos de horas disfruté escuchando sus recuerdos, porque después, la buscaba sólo por el gusto de platicar con ella.

Con nostalgia, Doña Petra recordaba que cuando vivía Don Hipólito mucha gente los visitaba, y decía: “si estos pinos hablaran; aquí llegaban gobernadores, diputados, líderes, periodistas, mucha gente, pero cuando él murió, todo se acabó”. Y recordaba un refrán:

Así es la vida, como el árbol, cuando está de hojas copado
todos van a su sombra a veranear, llega el invierno y queda deshojado
y nadie se acuerda de que allí se fue a sombrear”

Con el tiempo, sus recuerdos se volcaron en el museo comunitario del ejido, cuyo origen no concibo sin sus relatos, objetos y fotografías, que también me prestó para crearlo. Entonces hubo una segunda etapa de muchas visitas, ahora a conocerla a ella. Gobernadores, diputados, funcionarios y sobre todo niños y profesores.

Cientos de niños la visitaron. Muchas veces estuve yo presente y siempre tuvo la palabra amable, la respuesta a las preguntas infantiles y el chascarrillo oportuno, de tal forma que todos se retiraban emocionados. Para ella todas las visitas eran importantes, pero mencionaba con frecuencia la del hijo de Emiliano Zapata y la del actor Pedro Armendariz, a quien conoció en una ocasión que la llevé al museo Hombre, Naturaleza y Cultura.

Armendariz dirigía un equipo que hacía un programa sobre Baja California para televisión. Se interesó en la historia del movimiento agrario y quiso entrevistar a doña Petra y sus hermanos. Lo llevé a casa de su hermano Pedro en el ejido, para grabar un programa de televisión que pasó a nivel nacional. !Cómo presumía que Pedro Armendariz la abrazó varias veces!

De Doña Petra hay mucho que decir, pero para terminar, transcribo algunos de sus pensamientos.

“Yo todavía quisiera hacer muchas cosas que están en mi mente, porque mi mente todavía está joven. Pienso todavía cosas buenas. Quisiera tener la lámpara de Aladino para formar un palacio hasta en el viento, pero en la realidad no hay nada, sólo soledad, porque todos están muy ocupados para atender a los viejos. Es que de los viejos, los parientes se acuerdan como si fuera un amigo con el que nunca se han peleado y de vez en cuando, cuando se acuerdan van a verlo, así es y ni modo. Pero de todos modos yo quiero seguir viviendo y aquí sigo sola en mi casita, porque cada quien tiene su carácter y mejor sola. No quiero que me pase lo que dice el dicho:

Por dios que la tierra tiembla, de lo pesado que estoy,
mal haya la casa ajena, no me corran, yo me voy

Así que aquí estoy, pero no me quiero morir. Cuando me muera, con el alma y la vida me quiero quedar sobre la tierra. Es que el que se va a lo profundo, en lo profundo queda. Ya sabemos que el que se muere, se muere, se acaba, pero si le queman y tiran sus cenizas para que el viento se las lleve, como que todavía queda algo. Yo quisiera que me quemaran y mis cenizas, aunque yo ya no exista, quedaran sobre la tierra para seguir viviendo y alternando con el polvo. Que el viento me lleve de aquí para allá. Cuando me muera, de veras quiero que me quemen y me tiren en Cerro Prieto, para seguir accionando.


Doña Petra, gracias a la vida por haberla conocido.
Su deseo se ha cumplido, Cerro Prieto la espera.
Descanse en paz.

Palabras pronunciadas en el homenaje que se le otorgó a Doña Petra en el ejido Michoacán de Ocampo. Diciembre 9 del 2000.

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